Falsos paradigmas: una buena educación sí puede ser divertida

He visto emerger entre los estudiantes una tendencia que me tiene preocupada: la asociación entre una buena educación y un nivel alto de sufrimiento, es decir que disfrutar y educarse se ven como polos opuestos, incluso mutuamente exclusivos, cuando en realidad un aprendizaje es mucho más importante cuando gozan los estudiantes.

Tiene sentido que pensemos así porque la mayoría de los adultos fuimos educados en ambientes donde la presión y el estrés eran normales. ¿Cuántos de nosotros, padres y educadores, sufrimos nuestra propia educación? Cuando pensamos en nuestros profesores, ¿cuáles llegaron a inspirarnos con algo y por qué? Siempre veremos que el poder disfrutar del tiempo en el aula, de alguna forma, y de sentirse empoderados en su propia educación contribuye a un aprendizaje mucho más profundo, relevante y duradero.

La historia de la educación muestra que el estilo que sigue dominando hoy fue creado durante la Revolución Industrial, lo cual explica sus sistemas de retos y resultados en un orden fijo para todos. Pero el ser humano no es una maquina, y este sistema no funciona para todos nuestros jóvenes ni genera la creatividad que necesitamos en tiempos de cambio. Por eso, muchos países han cambiado sus sistemas educativos por modelos basados en proyectos, incluyendo a Finlandia, de la que tanto se habla hoy en el ámbito educacional.

El educador británico Ken Robinson dice que la educación debe ser menos como una fábrica y más como un jardín. Los profesores y los padres somos los jardineros, creando las condiciones necesarias para el crecimiento de nuestras flores. No podemos forzar este proceso; no estamos construyendo un ser humano como si fuera un robot. No somos nosotros quienes pondremos sus pétalos, dice Robinson, sino que saldrán de ellos mismos bajo condiciones que fomentan su desarrollo.

Por lo que he visto en escuelas en todo el mundo, estas condiciones incluyen mucho juego, mucha investigación guiada por los intereses de los estudiantes y mucho sentido de propósito en el fondo de cada experiencia. Dice el educador Tony Wagner que fomentamos innovadores cuando les ofrecemos una combinación de juego, pasión y propósito, tanto en casa como en la escuela.

Y no es que nuestros hijos nunca vayan a sufrir para aprender algo; yo sufrí y sigo sufriendo tratando de dominar el español, y me ha costado miles de horas de práctica y memorización. Pero sé que lo quiero y lo necesito, entonces lo veo como un sufrimiento con propósito. La dedicación a la mejora siempre va a incluir algo de sufrimiento, como pueden testificar los atletas y artistas que han llegado lejos. Pero cuando la motivación es creada por experiencias auténticas e intereses verdaderos, podemos lograr mucho más que un aprendizaje superficial o forzado. Una educación gozada es algo que puede inspirar una vida gozada también, lo cual es algo que todos queremos para nuestros hijos.

Opinión de Jennifer D. Klein, publicada el 13 de agosto de 2018 em www.eltiempo.com