“…el fracaso como una oportunidad de aprendizaje”

Una nota de diario El Mercurio nos cuenta sobre la propuesta de la psicóloga Andrea Cardemil en torno al desarrollo emocional de los niños y niñas. La profesional plasma su experiencia en un libro que pretende aportar herramientas útiles y sencillas a los padres, para ayudar a los hijos a manejar sus emociones. El libro acaba ser publicado y se llama “Vitaminas para el desarrollo socioemocional de los niños”. (www.andreacardemil.com).

Señala la nota que “El libro apunta a niños de 2 a 10 años y así como las vitaminas nutren el organismo, aquí abordo cuatro prácticas parentales que son ‘vitaminas’ fundamentales en el crecimiento de los hijos”, explica la especialista. “Esta es la etapa en la que se establecen las bases para lo que vendrá; los países desarrollados lo saben y vienen invirtiendo en esto hace años”.

Estas “vitaminas” son la autonomía y el autocuidado; el desarrollo emocional, la regulación cognitiva y el desarrollo social. Cada una ayuda a los niños a quererse a sí mismos, a identificar lo que sienten, a comprender sus estados mentales y a adquirir habilidades para establecer relaciones sanas con otros, respectivamente.

“El ejemplo de los padres es clave en cada una de estas cosas, y de lo que hacen o dejan de hacer frente a ciertas situaciones”.

“Entre otras cosas, la sobreprotección anula el sentimiento de competencia, que es el que ayuda al niño, por ejemplo, a saber que si algo no le resulta, no significa que no sea capaz. Si los padres protegen en situaciones que no son amenazantes, están dando el mensaje de que el mundo es peligroso y que, sin ellos, el niño no es capaz de enfrentarlo”.

Con el fin de evitar que el niño sufra, se termina haciéndolo más vulnerable, advierte. Para cambiar esto, un primer paso es que los padres sobreprotectores se den cuenta de que lo son. “Siempre detrás hay un papá que es ansioso, ya sea por temperamento o porque vivió situaciones en su infancia que lo marcaron, o porque el hijo tiene una condición especial (que nació prematuro, por ejemplo)”.

Al ser más ansioso, están más pendientes de posibles peligros y sobredimensionan situaciones que no son amenazantes.

Esta sobreprotección también favorece una menor tolerancia a la frustración o al fracaso en los niños. “Manejar el fracaso significa no frustrarse si algo no resulta. Los niños deben aprender a ver el fracaso como una oportunidad de aprendizaje; la frustración se vuelve más digerible porque algo sacas de eso”.

El ejemplo paterno es clave en cómo manejan el fracaso. “Poder hablar en familia de las cosas que no resultan, ayudar a analizarlas, es esencial. Y no cometer errores -común en padres exitistas-, como culpar a otros o minimizar la situación, sobre todo si para el niño sí fue importante”.

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