El ejercicio está vinculado a mejor salud mental en los adolescentes

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mitad de las enfermedades y trastornos de este tipo comienzan a los 14 años o antes. Y de todos los cuadros, el más común es la depresión, una de las principales causas de discapacidad entre adolescentes a nivel mundial.

La buena noticia es que la ciencia parece haber hallado un mecanismo de protección.

Un estudio publicado en la revista The Lancet Psychiatry descubrió que hacer ejercicio en la adolescencia, incluso si este es de tipo moderado, se vincula a un menor riesgo de depresión a medida que los jóvenes entran en la adultez.

Para el estudio, los participantes usaron dispositivos llamados acelerómetros, con los cuales los investigadores pudieron medir con exactitud los niveles de actividad física de forma diaria y durante varios años, según la edad que tenían los jóvenes al inicio de la investigación.

Cuando todos cumplieron 18 años, estos fueron evaluados con un test de tipo entrevista para medir sus riesgo de depresión, de acuerdo a factores como el bienestar con su vida.

Los resultados fueron “sorprendentes”, a juicio de Aaron Kandola, candidato a doctorado en actividad física y salud mental en el University College de Londres y líder del estudio.

Este arrojó que los puntajes de riesgo de depresión a los 18 años eran más bajos por cada 60 minutos adicionales de actividad física, incluso si esta era moderada. Pero además el puntaje de riesgo iba aumentando por cada hora adicional de inactividad.

Esto quiere decir que, a mayor cantidad de ejercicio, menor era el riesgo de depresión en los jóvenes. Y al revés: mientras mayor era el sedentarismo, más alta era su posibilidad de sufrir esta enfermedad.

“Casi no había datos científicos sobre los beneficios del ejercicio moderado, como ir a hacer la compra al supermercado, realizar tareas domésticas o caminar a un ritmo acelerado, pero nos sorprendió ver que incluso esto se asociaba consistentemente con un menor riesgo de depresión”, cuenta Kandola.

Si bien su investigación no responde por qué el ejercicio entrega ese beneficio, el científico comenta que este provoca una serie de cambios en el cerebro que explicarían una mejor salud mental.

Uno de ellos, dice, es el aumento de una proteína llamada factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF, por sus siglas en inglés). Se ha observado que esta guarda una relación con un mejor manejo de las emociones, según comenta Constanza Sfeir, neuróloga infantil.

También se sabe que la actividad física en la adolescencia impulsa el desarrollo de habilidades sociales y la autoestima, además de mejorar la calidad de sueño, que es fundamental para la salud mental”, dice la doctora Sfeir.

Ana Marina Briceño, psiquiatra infanto-juvenil de Clínica Alemana, comenta que el nuevo estudio confirma lo que también se ha visto en pruebas con adultos.

“Los hallazgos concuerdan con varios estudios que han encontrado que el ejercicio mejora a los pacientes adultos que ya sufren de depresión”, comenta Briceño.

Todos los entrevistados aseguran que cualquier tipo de actividad física es mejor que ninguna. La recomendación, concuerdan, es que los jóvenes realicen 150 minutos por semana de ejercicio de intensidad moderada a vigorosa.

Fomentar el movimiento

“Nos gustaría ver que las escuelas adopten algún enfoque para reducir el sedentarismo, como hacer más clases activas y organizar pausas para caminar”, comenta Aaron Kandola. “Necesitamos transformar al entorno que rodea a los jóvenes para fomentar la actividad física”, dice. Las expertas entrevistadas opinan que el ejemplo debe empezar en el hogar. Para ello, recomiendan a los padres realizar ejercicio y planificar salidas en familia que impliquen movimiento, como subir una montaña o practicar algún deporte.

“Es poco probable que los padres tengan la autoridad moral para incentivar a sus hijos a hacer ejercicio si ellos no lo hacen”, dice la doctora Briceño.