Acceso paritario a la educación: la revolución del último cuarto de siglo

Acceso paritario a la educación ::: Recientemente Comunidad Mujer dio a conocer los resultados de su Informe GET (Género, Educación y Trabajo), el que en su segunda versión muestra la evolución de la brecha entre hombres y mujeres, a medida que distintas generaciones van envejeciendo, revisando su experiencia en cuatro ámbitos: educación, inactividad, participación laboral e ingresos y pensiones.

Las generaciones exploradas fueron las llamadas de las “abuelas y abuelos” (nacidos entre 1940 y 1944); “hijas e hijos” (nacidos entre 1960 y 1964) y la de “nietas y nietos” (nacidos entre 1980 y 1984).

Dentro de los principales hallazgos, el informe reveló que la vida de las abuelas, madres y nietas difiere completamente las unas de las otras. En cambio, la de los abuelos, padres y nietos es muy parecida entre sí, respecto de los ámbitos estudiados.

A continuación destacamos las conclusiones más relevantes respecto al ámbito de la educación, para en siguientes publicaciones hacer foco en los resultados de las siguientes tres áreas de estudio antes mencionadas.

Acceso a la educación
En esta materia, el Informe GET 2018 concluye que en las últimas décadas las tasas de asistencia educacional aumentaron para todos los niveles (desde educación parvularia a superior) y que las diferencias de género existentes tienden a favorecer –aunque marginalmente– a las mujeres. Además, que este aumento en la cobertura del sistema educacional ha significado un incremento considerable de los años de escolaridad promedio de la población.

Respecto al análisis comparativo entre las tres generaciones antes descritas, el informe agrega que cada generación supera ampliamente en años de escolaridad a quienes podrían ser sus padres o madres, durante el mismo rango de edad, en ambos sexos. También revela que la generación de las “nietas y nietos” es la única que supera los 12 años de escolaridad promedio.

El documento también señala que, si se mira la información de manera transversal, como si fueran fotografías de la situación en los años 1990 y 2015, se pueden identificar tres realidades respecto de los cambios que se han producido en los últimos 25 años:

Los años de escolaridad aumentaron.
Los hombres siempre contaron con más años de escolaridad.
Sin embargo, si se analizan los datos por tramo etáreo, se puede observar que, en las generaciones más jóvenes, las mujeres alcanzaron más años de escolaridad que los hombres.

Asimismo, si se miran los datos de forma longitudinal, es decir, considerando la trayectoria de escolaridad de cada una de las generaciones, se concluye que la brecha de género en años de escolaridad se mantiene constante una vez pasados los 30 años de edad.

Respecto de la tasa de asistencia neta, en 2015 se observa un incremento en todos los niveles educacionales respecto a 1990. Específicamente en la educación superior, el informe indica que la asistencia se triplica, alcanzando 4 de cada 10 jóvenes, presentando una leve diferencia, pero estadísticamente significativa, a favor de las mujeres.

Lo anterior, de acuerdo al documento, podría darse porque en nuestro país el acceso a la educación superior es habitualmente considerada como el mecanismo principal para superar la exclusión y permitir la movilidad social, agregando que es posible que las mujeres “con mayor o menor consciencia, intuyan que la única forma de validarse en el espacio público es a través de los estudios y depositen mayores esperanzas en que su inversión en el sistema educacional les permitirá mejorar sus condiciones materiales en el futuro y construir con mayor autonomía los proyectos de vida que deseen”.

Sin embargo, el estudio agrega que aún persiste la segregación de género respecto de las áreas del conocimiento que las personas eligen estudiar según su sexo. Mientras que la mayoría de las mujeres se matriculó en 2015 en carreras de la salud (26,4%), administración y comercio (22,3%) o educación (15,7%), los hombres lo hicieron en las ligadas a la tecnología (50,4%).

Así, la preferencia de las mujeres sigue siendo por aquellas carreras que históricamente han sido subvaloradas socialmente y que son predictoras de menores ingresos, además de ser asociadas a tareas que han sido sistemáticamente y exclusivamente atribuidas a las mujeres: las de cuidado, enseñanza y relacionadas con servicios en general.